El acceso a la Inspección Educativa es por concurso-oposición, si bien puede que sea el cuerpo de funcionarios más politizado que existe en la enseñanza, por un motivo bien sencillo: la Inspección Educativa se convierte en el brazo armado -y bien armado- de la Consejería de Educación (CEJA), en algo así como una Santa Inquisición, que busca permanentemente la conversión de los profesores a la religión de una pedagogía equivocada: hoy lo más pedagógico es lo antipedagógico.
Con la inestimable ayuda y colaboración de los Orientadores (así, con mayúscula), devotos predicadores de la nueva fe, los Inspectores obligan a los profesores a renunciar a enseñar y les conminan a convertirse y a abandonar las falsas creencias que algunos siguen practicando en el silencio de sus aulas: que sólo el conocimiento hace al ser humano analítico y, por tanto, crítico; y que sólo siendo crítico se puede ser libre.
Al amparo de las disposiciones normativas que la CEJA lleva desarrollando desde hace algunos años, la Inspección se encuentra con un terreno despejado por sus "Adelantados": los Directores (comisarios políticos en los centros) y la casta sacerdotal de los Orientadores (así,con mayúscula). Pero nada de esto habría sido posible SIN LA IMPAGABLE (7000€) COLABORACIÓN DE UN REBAÑO DESCREÍDO Y DESCARRIADO.
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