[Los artículos aquí presentados responden a situaciones reales. No son ficción. Son las experiencias que los compañeros nos están remitiendo a la Plataforma para que las hagamos públicas]
CONCIENCIA DE CLASE
Un señor entra a mi clase. Explico algo de teoría (lo mínimo) y hacemos unas actividades. La atención de la mayoría de los alumnos, como es habitual, brilla por su ausencia. Unos se insultan. Otros interrumpen cada dos por tres. Los hay que tardan un rato en sacar el material o que pasan el tiempo haciendo dibujos. Una llama a gritos por la ventana a no sé quién que está en el patio.
Al señor no se le ocurre otra cosa que empezar a hablarles en inglés. Ellos responden a todo que yes, que yes. Al momento se percata de que no le entienden. Se enfada y se va del aula mientras los niños preguntan quién es ese tío, del que han pasado bastante cuando les ha preguntado. Por lo visto ha ido a hablar con la Dirección, indignadísimo, porque no concibe un nivel tan bajo y un comportamiento semejante del alumnado. Lo mejor es que me achaca a mí la culpa de todo. ¿Dónde se pensaba este hombre que había entrado? Parece que no sabe qué es un grupo bomba ni lo que es un centro como el nuestro.
Definitivamente, el Inspector no tiene ninguna conciencia de clase.
VISITA DE INSPECCIÓN
El señor inspector nos pide la programación a todos los miembros del departamento. Se nos mete en clase, nos pide las adaptaciones, programas de recuperación, de refuerzo y cualquier cosa que se le pasa por la cabeza. Después de todo esto comprueba que yo voy con retraso respecto a mis compañeros de departamento, porque aún estoy en el tema 2 mientras que ellos ya tienen avanzado el 4. Ni siquiera puedo decir que a partir de ese momento ese señor empiece a cuestionar mi trabajo y profesionalidad, porque lo que realmente ocurre es que directamente me dice que no sé hacer mi trabajo y que me va a abrir un expediente por ello. No doy crédito a lo que estoy escuchando. Le digo que en ninguna normativa pone que te puedan expedientar por algo así. Insiste en que sí que se puede y que lo hará.
Mi estado de nervios inicial va dando paso al de rabia e indignación. Tras hablar con varios compañeros, decido ponerme en contacto con el sindicato USTEA. Afortunadamente su intervención es determinante para que la cosa se paralice.
La cacería ha comenzado y no usan balas de fogueo.
LA REALIDAD SUPERA LA FICCIÓN
(Interior de una sala de reuniones. Asientos cómodos y de primera calidad. Hombres, muchos hombres.)
DELEGADO: Os he reunido para transmitiros una directriz capital para el éxito de nuestro sistema educativo. (Pausa. Observa a su auditorio.) Vamos a hacer un estudio pormenorizado del número de alumnos y alumnas que aprueba cada profesor. Trabajaremos con datos concretos y porcentajes de aprobados a nivel andaluz. Y es aquí donde vosotros jugáis un papel imprescindible: vais a estar encima de quienes no lleguen a la media de aprobados. Vais a aburrirles a papeles, informes, reuniones... Entraréis en sus clases por sorpresa. Les mandaréis que hagan los cursos más peregrinos del CEP. Les pediréis de todo, por absurdo que sea, pero que acaben aprobando o les irá mal, muy mal. (Los inspectores se incomodan en sus asientos. Uno levanta la mano.)
INSPECTOR 1: ¿No es un poco excesivo?
DELEGADO: ¿Excesivo? Que sigamos siendo el hazmerreír de España y de Europa en el Informe PISA, eso sí es excesivo. Y no podemos volver a permitírnoslo. Hay que reducir el fracaso escolar como sea. ¿Entendido? Como sea. (Pausa. El aire se puede cortar.)
INSPECTOR 2: Quizás no sea esa la mejor forma de reducir el fracaso escolar.
DELEGADO: Vosotros no estáis aquí para decidir, sino para ejecutar. Las decisiones vienen de arriba y no son discutibles. Asunto concluido. No se hable más. Esto es lo que hay.
(Algunos inspectores muestran su malestar, pero son los menos. La mayoría asume disciplinadamente el discurso, sin cuestionarlo siquiera. Es la hora de la pausa.)
(Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia)
UN SER EXTRAESCOLAR o CURSO DEL CEP para quienes aprobaron la última convocatoria de oposiciones
La inmensa mayoría de los que estamos tiene varios años de experiencia. Hay de todo: profesores de la ESO, de Bachillerato y de Ciclos. También hay un orientador. Mejor dicho: hay 2, porque el último ponente es también de los que nos deben marcar el Norte.
Nos pegamos 4 horas en un IES con sillas de pala. Y me pregunto: ¿Para qué tendrán el CEP vacío y muerto de asco? ¿No estaríamos más cómodos allí? No le encuentro sentido. Mejor será no buscárselo.
La primera ponencia era de "Animación a la lectura a partir de experiencias reales en un Centro de la comarca". La segunda, de "Las nuevas tecnologías en el aula". Después del café llega el plato fuerte: un individuo se dedica a glosarnos la situación de la Educación en Andalucía. (Sí, como lo oyes. A nosotros, que, quien más quien menos, llevamos unos pocos años en esto, nos viene un tipo que no da clase hace ni se sabe cuánto, si es que alguna vez la dio.) Pues resulta que este señor nos habla de la atención a la diversidad, de la integración, de la escuela inclusiva, del tratamiento individualizado, de la interdisciplinariedad, de educar en valores, de ejes transversales, de autoevaluación, de coevaluación y, por supuesto, de las sagradas competencias. Después de largarse el rollo tiene el detalle de preguntarnos por nuestra situación en los centros: se interesa por el número de alumnos con necesidades educativas especiales. Entonces la gente empieza a contar sus experiencias reales, a pie de aula, con ratios (ilegales) de treinta y tantos, varios niños que llegan con el curso empezado y sin saber español, con 4 ó 5 alumnos de apoyo (todos diagnosticados en Primaria. En el Instituto no se diagnostica a nadie; si fuese así, el número total, como mínimo, se duplicaría en el centro), con Informes, Planes Personalizados, Programas de Recuperación de Pendientes, faltas en Séneca, Tutorías, Preevaluaciones, reuniones de Equipo Educativo, Programaciones... En fin, el día a día. Hay uno que declara abiertamente que nos obligan a mentir en la programación de las oposiciones, que la realidad no se parece en nada. La ovación es unánime.
Al ponente no se le ocurre otra cosa mejor que decir que podemos mirar a otro lado (¡mira quién fue a hablar!), no prepararnos ni mejorar. O que podemos abrazar la fe y la luz que nos brinda desde su púlpito. La gente se lo quiere comer. Y con razón.
Al otro día le comento a mi orientador (por lo que se ve, íntimo del orador) que el ponente del curso, al preguntar dónde trabajábamos, me había dado recuerdos para él. Le comento -ingenuo de mí-, las mejores jugadas de la tarde, y me contesta lo siguiente:
"Pues si yo fuera él, me enteraría de quién es y dónde trabaja ese profesor de Ciclo que lo puso a parir, y, como tiene muy buenos contactos en Delegación, le diría al Inspector que lo crujiera."
No salgo de mi asombro. Creo que se me nota en la cara. Ya se ha quitado la máscara. Eso le ha salido del alma, espontáneamente. No hay posibilidad de crítica o cuestionamiento. Traduzco el mensaje: "Si no estás con nosotros, estás contra nosotros. Y eso se paga caro". No tengo palabras. Doy media vuelta y salgo de su despacho.
Esta gente se me indigesta. Prefiero a Blas de Otero (mucho mejor brújula) cuando dice:
Quisiera ir a la China
para orientarme un poco.
Asco me da esta profesión a veces...
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