Un estudio desvela que la muestra tenía menos repetidores e inmigrantes
DANI CORDERO BARCELONA 26/10/2011. Diario PÚBLICO
El prestigioso informe PISA está en duda. Al menos en Catalunya, donde la ligera mejora en los resultados educativos que proyectaba su evaluación de 2009 podría ser fruto de una operación previa de maquillaje. La Fundació Jaume Bofill desveló ayer que los resultados que cocinó la OCDE en la comunidad contaban con 150 alumnos menos que un año antes y que, casualidad de casualidades, se echaban en falta "repetidores, alumnos de tercero de ESO e hijos de familias inmigradas", casuísticas que acostumbran a arrojar peores notas y que habrían arrastrado a la baja los resultados oficiales.
"Eso puede llevar a interpretar que la mejora de resultados entre las ediciones 2003 y 2009 no haya sido debido tanto a una mejora del sistema educativo como a este sesgo de la muestra", asegura el estudio dirigido por el catedrático de Educación Comparada de la Universitat Autònomade Barcelona, Ferran Ferrer. El informe PISA de 2009 de Catalunya se elaboró por primera vez con menos de 1.500 alumnos (1.381) de 15 años, superando el 5% de exclusiones que permite la OCDE para validar los datos. Un caso, aseguró Ferrer, que se repitió también en el de Murcia.
La distorsión de la muestra catalana fue del 5,9%, lo que podría haber acabado desvirtuando los resultados y, sobre todo, la comparativa frente a años anteriores, al tratarse de muestras diferentes.
Impacto minimizado
Así, si en los institutos catalanes el 17,5% de los alumnos son inmigrantes, en el marco de PISA su representación bajaba al 11,2%. De la misma forma se minimizó el impacto que pudieran tener los alumnos de tercero de ESO, también de 15 años, pero más inmaduros y con menos conocimientos: sólo tenían un peso del 23,3% del total de alumnos, 13,2 puntos menos de lo que les tocaría por peso real y siete puntos menos que los que tuvieron en la evaluación de 2006. Una de las cuestiones clave es por qué la OCDE validó entonces los resultados sobre Catalunya, que fueron señalados por el entonces conseller de Educación, el socialista Ernest Maragall, como una prueba de las modificaciones introducidas en el modelo educativo catalán. La respuesta está en que los gestores de la OCDE dan por buenas las estadísticas en su conjunto estatal.
Quién lo hizo
¿Y quién se movilizó para que los alumnos que podían ofrecer peores resultados no fueran a las pruebas? Esa es la duda. Ayer, Ferrer no quiso señalar a nadie, pero apuntó a tres posibilidades: "El propio centro o la Administración [la Generalitat] puede excluir a alumnos, o puede ser el menor que aquel día casualmente no acude al centro".
El Consejo Superior de Evaluación de la Generalitat es el encargado de realizar la función de enlace entre la OCDE y los centros educativos donde se tenían que celebrar las pruebas, mientras que los institutos sí podrían decidir la ausencia de determinados alumnos el día de la prueba para no desvirtuar sus resultados.
"Pueden ser fallos de aplicación, pero no creo que respondiera a ninguna estrategia", afirmó a este diario Jorge Calero, que fue nombrado presidente del organismo de la Generalitat poco después de celebrarse las pruebas PISA.
En la misma línea se expresó la conselleria de Enseñanza, ahora de color convergente, a través de un comunicado: "El Consejo Superior de Evaluación aplica los criterios marcados por la empresa australiana encargada de la muestra. Los resultados de la aplicación de los criterios de exclusión, según el protocolo, los realiza el centro y los recoge la empresa contratada por el conjunto del Estado", que sería el que validaría las exclusiones realizadas.
Desgraciadamente seguro que no ha sido sólo en Cataluña. En cualquier caso, las pruebas de diagnóstico son una basura, una pérdida de tiempo y un derroche obsceno.
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